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viernes, 14 de diciembre de 2012

El negro que congeló el infierno









Este era un negro al que la naturaleza había armado con una lanza tan grande como la de un caballero andante. Por su naturaleza superdotada, el negro desarrolló la manía de ser muy cogelón. Cuando acabó de tirarse a todas la mujeres de la comarca, el hombre siguió con todo tipo de animales de sangre caliente, machos y hembras. Ya todo el mundo le tenía miedo, hasta las burras, y todo el mundo lo llama el "negro cogelón".

Pues un día lo atropelló el tren y murió. Con eso se fue al cielo, donde San Pedro al ver sus antecedentes, lo mandó directo al infierno. El negro rogó y rogó, pero nada, San Pedro firme en su sentencia, lo mandó al infierno.

Pasaron los días, las semanas y los meses, y San Pedro había olvidado al negro cogelón. Pero un día de agosto, en pleno verano, San Pedró sintió que el clima cambiaba bruscamente. Empezó a soplar un aire gélido. Se abrigó y buscó de donde venía ese viento, y no lo podía creer, el viento se originaba por los lares del infierno.

Pidió permiso a Dios y se fue a explorar la causa del frío. Ciertamente en la medida que se acercaba al infierno, todo era frío, vio escarcha, ríos congelados, y esto fue peor cuando finalmente llegó al infierno. Ya no había lava, ni fuego, ni había olor a azufre, en su lugar se veía una niebla espesa y el frío emanaba de todo objeto sólido. Y dentro de la niebla divisó a todos los diablos de espalda contra la pared, tratando de tomar el sol, pero éste no lo lograba penetrar la niebla. En medio de todos estaba Satán, el rey del infierno, dando diente con diente y friccionándose las manos pretendía darse calor.

"¿Y por qué hay tanto frío?" preguntó San Pedro.

"Por tu culpa", respondió Satán.

"¿Cómo que por mi culpa?, por favor explícate", dijo San Pedro.

"Pues desde que mandaste al negro cogelón nadie se quiere agachar a recoger leña y carbón para los hornos del infierno..."

lunes, 10 de diciembre de 2012

Mi mujer me golpea



Era un señor que su esposa siempre lo golpeaba. Como vivía en una vecindad todos oían los trancazos. 

Un día que llegaba del trabajo; le dijo un vecino: "YA VECINO, todos oyen que su vieja le pega, no se deje, ¿qué a poco se va a dejar? 

Y el le dice: "No, pero es que mi vieja si está fuertota"

"Mire, le voy a dar un consejo, para guardar las apariencias... cuándo ella le esté pegando, grite fuerte como si el que la estuviera fregando fuera ustéd."

"Ah, caray, ¿o sea que cuándo ella me pegue YO GRITO como si la estuviera madreando a ella?

"Claro, asi todos creeran que ustéd es bien macho... de una vez hágalo, orita que va pá' su casa..."

Y ahí va el Señor y llega con su mujer que ya lo está esperando con el rodillo, y la mujer le suelta el primer madrazo y el grita:

"¡ORALE POR HIJA DE TODA TU PUTA MADRE!"

Y la señora toda sacada de onda le suelta otro fregadazo, y el señor otra vez: 

"¡TOMA PARA QUE SE TE QUITE LO CABRONA. YA NO TE AGUANTO PINCHE VIEJA PENDEJA!"

La mujer no sabe que hacer ya del coraje y lo agarra y lo avienta por la ventana. Y el señor grita: 

¡ES MÁS, YA ME VOOOOOOOOOYYYYY!